En la posguerra no pasaron hambre porque no les faltaba ningún alimento. Comían sardinas viejas, pimientos de escabeche, alubias, cerdos… Iban a por el racionamiento a Zunzarren. Ponían un cupo para el pan para todo el año y no les faltó nunca pan. El café hacían tostando la cebada y moliendo después con un pequeño molino. Por el pueblo pasaban contrabandistas con caballerías y paquetes.